A mi esposa y a mí nos encantan las películas románticas sentimentales y amenas. Podría decir que es cosa de ella, pero a mí también me gustan. Su encanto y atracción yace en su sendero predecible hacia «felices para siempre». Hace poco, vimos una que daba un consejo romántico cuestionable: El amor es un sentimiento. Sigue lo que dice tu corazón. La felicidad es lo que más importa. Por supuesto que las emociones importan, pero centrarse en ellas es un cimiento malísimo para un matrimonio duradero.

La cultura dominante ofrece muchas ideas que suenan buenas inicialmente, pero que se desploman ante un análisis más detallado. Un análisis cuidadoso es exactamente lo que Pablo tiene en mente en Colosenses 2, donde enfatiza que estar «arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe» (v. 7) nos permite identificar las mentiras de nuestra cultura. El apóstol cataloga esas mentiras como: «filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo» (v. 8).

Por eso, la próxima vez que mires una película, pregúntate: «¿Lo que sugiere esta película es sabio? ¿Cómo se compara con lo que dicen las Escrituras?». Y recuerda que Cristo es lo más importante. Solo en Él, encontramos sabiduría verdadera y plenitud (vv. 9-10).

De: Holtz Adam