Thomas de Mahy fue uno de los muchos aristócratas ejecutados durante la Revolución Francesa a finales del siglo XVIII. Según un relato legendario, al leerse su orden de ejecución, de Mahy respondió: «Veo que han cometido tres errores ortográficos». De ser así, de Mahy ignoró deliberadamente un asunto mucho más significativo: su muerte inminente.
Hoy en día estamos en peligro de pasar por alto un punto crucial respecto al cuerpo de Cristo (la Iglesia). Hay quienes distorsionarían su propósito. Tal vez la vemos como un comité de acción política o un lugar para ser servidos. Quizá como una mera institución religiosa. Pero la prioridad de la Iglesia siempre ha sido la buena noticia de Jesús.
Pablo dijo a los creyentes corintios: «Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras» (1 Corintios 15:3-4). Mientras que otras cosas tal vez tengan un tiempo y lugar apropiados, el evangelio es de importancia primordial.
¿Cómo podemos ser agentes de la buena noticia de Dios a un mundo tan saturado de malas noticias? Pidiéndole a Dios que nos dé poder para compartir el evangelio siempre que sea posible.



