Bill es jubilado, vive solo y, hace poco, tuvo que dejar de conducir. Necesita ayuda para buscar alimentos, prescripciones médicas e ir a la iglesia los domingos. «Pero ¿sabes? —dice—; me encanta estar en casa. Escucho música cristiana en línea y enseñanzas bíblicas por televisión todo el día». Bill vive rodeado de las Escrituras, la oración y la alabanza.

Nuestros hábitos determinan dónde está plantado nuestro corazón. El Salmo 1 describe los hábitos de alguien que ha encontrado el favor de Dios: se deleita en su verdad, medita en ella a menudo y, en consecuencia, no sigue los patrones rebeldes del mundo (vv. 1-2). Las dificultades nos llegarán a todos, pero una vida establecida en los caminos de Dios es «como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que […] su hoja no cae» (v. 3). Según la etapa de nuestra vida, quizá no podamos pasar horas cada día estudiando la Biblia, pero Jesús dijo que Él sacia a los que tienen sed de conocerlo, y que el Espíritu Santo llena a sus seguidores como un río (Juan 7:37-39). Podemos impregnar nuestros corazones en el agua viva mediante la alabanza y las Escrituras, ocupándonos de otros y hablando con Dios en el trabajo.

Seguir la sabiduría de Dios planta nuestro corazón en terreno fértil. Allí está el justo, y Dios lo cuida (Salmo 1:6 NVI).

De: Karen Pimpo