Kayla frunció el ceño mientras metía otro papel en una caja abarrotada que tenía una etiqueta que decía: «Entrégaselo a Dios». Suspirando profundamente, revisó las oraciones que ya había colocado en la caja. «Las leo en voz alta casi todos los días —le dijo a su amiga—. ¿Cómo puedo estar segura de que Dios me escucha?». Chantel le dio su Biblia y dijo: «Confiando en que Dios cumple su palabra y dejando las cosas en sus manos cada vez que escribes o lees una oración que le has hecho».
El apóstol Pablo instó a los creyentes a regocijarse en el Señor y les dio una buena razón al afirmar que «el Señor está cerca» (Filipenses 4:4-5). Los alentó a intercambiar ansiedades por oraciones llenas de fe, a creer que Él recibe cada petición y a alabarlo mientras descansan en la paz insondable de su presencia constante (vv. 6-7).
El Príncipe de Paz, Jesús, guarda nuestro bienestar mental y emocional cuando pensamos en sus atributos, en aquello que es «verdadero», «justo», «puro» y «digno de alabanza» (v. 8). La paz de Dios nos protege cuando confiamos en que el Dios de paz está con nosotros. Liberados de la carga de nuestras preocupaciones, podemos experimentar paz al dejar cada plegaria en las manos del Dios confiable.