Era el año 1863. Edwin estaba en una plataforma de ferrocarril en Jersey City y observó cómo la multitud empujaba a un joven contra un vagón. El hombre cayó peligrosamente en el espacio entre el tren y la plataforma. Cuando el tren empezó a moverse, Edwin se agachó y, justo a tiempo, salvó al hombre.

Ese hombre era Robert Todd Lincoln, hijo del presidente Abraham Lincoln. Al tiempo, Robert escribió: «El rostro de mi rescatador me era bien conocido»; Edwin Booth era un actor famoso. De hecho, era hermano de otro actor, John Wilkes Booth, quien dos años después asesinó al presidente.

Esta curiosidad histórica nos ilustra una realidad. No elegimos la familia en la que nacemos. Quizá nuestros hermanos o padres tomaron decisiones equivocadas. Tal vez nosotros somos los que hemos complicado todo. Pero la Biblia relata el plan de la familia de Dios: «todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios» (Romanos 8:14). Al ser sus hijos, somos sus «herederos» (v. 17). Asombrosamente, se nos invita a llamarlo: «¡Abba, Padre!» (v. 15).

Tal vez estemos luchando con las disfunciones de nuestra familia terrenal, pero podemos consolarnos en que Dios ha cambiado nuestra herencia espiritual. Nos adoptó en su familia, y lo más precioso es que nos invita a llamarlo Padre.

De:  Kenneth Petersen

Reflexiona y ora

¿Qué significa para ti ser parte de la familia de Dios? ¿Cómo te impulsa a vivir de forma diferente?
Abba Padre, gracias por adoptarme.