Cuando era joven, el periodista Sebastian Junger viajó por Estados Unidos y escribió sobre sus experiencias. Un día, en la década de 1980, entró en un baño en los Cayos de Florida y encontró en las paredes unos grafitis llenos de odio. La mayoría eran contra los inmigrantes cubanos. Pero un mensaje, aparentemente escrito por un cubano, se destacaba y decía: «Gracias a Dios, el resto de las personas en este país son cálidas y afectuosas, y me dieron la bienvenida en el 62». Junger señaló: «En esas paredes estaban las peores cosas de Estados Unidos, y también las mejores».

¿Cómo debemos responder a los mensajes venenosos que solemos encontrar? En Proverbios, Salomón ofrece un consejo sabio en el capítulo 15: «la boca de los necios hablará sandeces» (v. 2), y «la boca de los impíos derrama malas cosas» (v. 28). Sin embargo, el capítulo empieza con el antídoto a tal veneno: «La blanda respuesta quita la ira» (v. 1). Y señala: «La lengua apacible es árbol de vida» (v. 4). La respuesta paciente es la clave: «El corazón del justo piensa para responder» (v. 28).

¿Cómo podría Dios ayudarnos a pesar nuestras palabras antes de que nuestras bocas, bolígrafos o teclados vomiten veneno a otras personas? Como dice el proverbio: «la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!» (v. 23).

De:  Tim Gustafson

Reflexiona y ora

¿Cómo reaccionas cuando ves y oyes hablar de manera desagradable? ¿Qué reacción diferente podrías tener la próxima vez que enfrentes muestras de odio?
Padre, ayúdame a pesar sabiamente mis respuestas.