En la novela clásica de Charles Dickens, Oliver Twist, el enfermizo Oliver nace en un hospicio famoso por explotar a los pobres. Huérfano desde su nacimiento, el niño finalmente huye debido al trato abusivo. Tras una asombrosa serie de «giros», descubre que es heredero de una considerable fortuna. Dickens, a quien le encantaban los finales felices, se aseguró de que todos los que habían dañado a Oliver fueran juzgados o se arrepintieran. Sus opresores obtuvieron lo que merecían mientras que él heredó la tierra. Si tan solo la vida tuviera finales buenos como los de una novela de Dickens.

En la Biblia, leemos una canción escrita por un hombre que anticipaba un día así, cuando se hará justicia y los oprimidos «heredarán la tierra» (Salmo 37:9). Aunque experimentó personalmente la maldad, el poeta David instó a tener paciencia: «No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades» (v. 7). Y agregó: «Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en el Señor, ellos heredarán la tierra» (v. 9). David confiaba en que Dios enmendaría las cosas (v. 15).

La vida es dura y a menudo injusta. Pero las palabras de Jesús evocan el Salmo 37: «Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad» (Mateo 5:5).

De:  Tim Gustafson

Reflexiona y ora

¿Cuándo te trataron mal? ¿Cómo confiarás en Dios en las situaciones injustas que enfrentes?
Dios, dame paciencia para esperar que repares las cosas.