El Arco de Grand Rapids, de Andy Goldsworthy, está al costado de una carretera, como si anduviera a zancadas junto a los viajeros. El artista creó el arco de casi 5,5 metros de altura con 36 bloques de piedra arenisca escocesa, sin usar mortero ni pernos. Las piedras en ángulo ascendente, cada una diferente y cortada para encajar entre sí, dependen de la presión creada por una piedra angular en forma de cuña en el centro superior. Esa piedra angular es esencial para mantener la estructura unida.
La escultura me recordó cómo Jesús es «la principal piedra del ángulo» de su iglesia (Efesios 2:20). Los gentiles —todos los que no eran judíos— estaban anteriormente «alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo» (v. 12), pero Jesús «de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación» (v. 14). Creó un «nuevo hombre, […] y mediante la cruz [reconcilió] con Dios a ambos», dándoles «entrada por un mismo Espíritu al Padre» (vv. 15-16, 18).
Cristo nos edifica como una iglesia que es la «morada de Dios en el Espíritu» (v. 22). Nos esculpe a cada uno de forma única, nos conecta a Él y, en Él, a unos con otros, y camina con nosotros. La iglesia es unida por Jesús.



