¿Qué es lo primero que te viene a la mente cuando oyes la palabra propiedad? Tal vez un bien inmueble. Pero también podrías pensar en «una cualidad de un individuo o cosa». Por ejemplo, la propiedad de un cierto tipo de madera da información sobre ella. ¿Cómo es la textura? ¿Tiende a encogerse o es resistente al agua? Es decir, ¿de qué cualidades de la madera puedes depender?

Mi esposa y yo asistimos a una iglesia con prácticas tradicionales: oraciones conjuntas y de rodillas, lectura de las Escrituras y Cena del Señor. Una de las oraciones que hacemos cada domingo incluye esta frase: «Tú eres el mismo Señor cuya propiedad es tener siempre misericordia». No un bien inmueble, sino un rasgo que le pertenece a Dios: tener misericordia no solo de vez en cuando sino siempre.

Nehemías 9 nos da una imagen de los israelitas reunidos, ayunando y enlutados (v. 1), confesando sus pecados y los de sus antepasados (vv. 2, 16). Alababan a Dios por su paciencia con Israel: «por tus muchas misericordias no los abandonaste» (v. 19). Dios podría haber puesto punto final, pero nunca lo hizo. ¿Por qué? Porque esa no es una propiedad de Dios; Él es «clemente y misericordioso» (v. 31).

Alabemos al Señor porque podemos confiar en esa propiedad al confesar nuestras faltas: su misericordia.

De:  John Blase

Reflexiona y ora

¿En qué cualidades de Dios puedes pensar? ¿Cómo lo alabarás por ellas?
Padre, gracias por ser siempre misericordioso.