Hace unos años, mientras iba caminando para tomar el tren para ir a trabajar, vi a una mujer con un perro de mirada feroz que se me acercaba. Crecí rodeada de perros mascotas, así que no suelo asustarme de esos amigos peludos, pero este lucía amenazante. Cuando se acercó, me ladró. Traté de reírme, pero luego se lanzó hacia mí, así que grité. Gracias a Dios, no pudo lastimarme porque no me alcanzó. Su dueña lo sostuvo de la correa con firmeza.
Ese encuentro atemorizante me recordó que, como creyentes en Jesús, Satanás también está «con correa», pero esperando atacar si le damos la oportunidad. El apóstol Pedro nos advierte: «vuestro adversario el diablo […] anda alrededor buscando a quien devorar» (1 Pedro 5:8). Gruñe, muestra los dientes y se lanza hacia nosotros para tratar de asustarnos, intimidarnos y paralizarnos de miedo, pero podemos estar firmes en nuestra fe y resistirlo (v. 9).
Cuando sientas que el enemigo te provoca o te tienta, recuerda: no es rival para Jesús. Podemos clamar al Señor y Él nos ayudará; Él te «perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá» (v. 10).
Cuando somos atacados, podemos elegir la fe en lugar del temor, porque Jesús siempre está con nosotros.
De: Nancy Gavilanes