Juan 14.16, 17

En el pasaje de hoy, el Señor Jesús promete enviarnos un Ayudador que estará con nosotros para siempre. El Espíritu Santo sella nuestra relación con Dios y nos guía en cuanto a cómo orar (Ro 8.26).

A menudo pensamos que debemos orar solo cuando tenemos necesidades, pero oramos para cultivar una relación más estrecha con el Padre. Si Dios nos diera todo de inmediato, no aprenderíamos a depender de Él ni desarrollaríamos el don de la paciencia.

Piense en el apóstol Pablo. Fue solo después de implorar tres veces que le fuera quitado su “aguijón en la carne”, que Dios le dio un firme “no” (2 Co 12.7, 8). Eso quizás se refería a tres períodos prolongados de tiempo en los que Pablo rogó por alivio.

Cuando hemos estado orando durante mucho tiempo por algo y sentimos que nuestras palabras no reciben respuesta, no es momento de rendirse. Debemos persistir en la oración hasta comprender lo que el Señor quiere enseñarnos a través de nuestras circunstancias. Dios está escuchando con atención nuestras súplicas, y su Espíritu es nuestro compañero constante, incluso cuando no podamos “sentir” su presencia o participación en nuestras vidas. En vez de dejar de orar, debemos invocar al Espíritu Santo para que nos fortalezca y nos ayude a perseverar.

BIBLIA EN UN AÑO:  SALMOS 119