Los sábados por la noche, mi abuela tenía una rutina: antes de acostarse, preparaba toda la ropa, incluidos los zapatos, que planeaba vestir para la iglesia a la mañana siguiente. Siempre iba al primer servicio, y quería estar lista para levantarse y salir sin ningún retraso. Un sábado por la noche, fue repentinamente hospitalizada. Poco después, Jesús la llamó y falleció. Cuando mi abuelo volvió a casa, encontró su ropa ya lista. Ella se había estado preparando, tanto para ir a la iglesia como para encontrarse con su Dios.
Su ritual me recuerda la prudencia de las vírgenes en la parábola de Mateo 25. En esta historia, Cristo les dice a sus discípulos que estén preparados para su venida: «Velad». Nadie sabe «el día ni la hora» en que Él volverá (v. 13), así que es prudente que estemos preparados. Si esperamos hasta último momento, podríamos ser como «las insensatas» (v. 3). Se quedaron sin aceite porque no se habían preparado bien, y apenas salieron para llenar sus lámparas, el esposo llegó.
Tal vez no tengamos que sacar nuestra ropa como mi abuela, pero su ritual demostraba su deseo de estar lista para la iglesia y para su Salvador. Seamos prudentes para estar listos para las cosas más importantes de la vida, sirviendo a Jesús y preparados para su regreso.
De: Katara Patton