Nuestra ciudad quedó casi a oscuras tras una gran tormenta de hielo que derribó kilómetros de cables de electricidad. Muchos quedaron sin calefacción en sus casas en medio de un invierno helado. Las familias anhelaban ver camiones de reparación que devolvieran la electricidad. Luego, me enteré de que el estacionamiento de una iglesia sirvió como centro de comando temporario para los vehículos enviados a asistir a los necesitados.

Oír sobre esos camiones me trajo a la mente el mandato de Jesús a sus discípulos en Hechos. Durante 40 días, después de su resurrección, los animó y les enseñó sobre el reino de Dios (Hechos 1:3). Antes de regresar al cielo, hizo una última promesa: «recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo» (v. 8).

Cristo les prometió que el poder incomparablemente grandioso de Dios estaría disponible a través del Espíritu Santo. Pero el propósito de ese poder no era para quedárselo ellos, sino para la misión de contarles a otros cómo experimentar una vez más la conexión al poder y el amor de Dios que el pecado había cortado.

Mientras alcanzamos a nuestras comunidades, tenemos el mismo llamamiento y poder. Potenciados por el Espíritu de Dios, podemos ayudar a los que sufren y contarles cómo pueden ellos también tener acceso al poder de Dios.

De: Lisa M. Samra