Algunos piensan que la primera aparición del Espíritu Santo fue en Pentecostés. Pero Él es mencionado en el relato de la creación (Gn 1.2) y a lo largo del Antiguo Testamento y los Evangelios. Luego, en el pasaje de hoy, el Espíritu llega al aposento alto con una nueva misión.
En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo capacitaba a las personas para tareas específicas. Por ejemplo, la sabiduría y la habilidad artesanal que Dios le dio a Bezalel le permitieron convertirse en el arquitecto principal del tabernáculo (Ex 31.1-5). También leemos que el Espíritu se posó sobre líderes que necesitaban ayuda administrativa (Nm 11.16, 17), guerreros que enfrentaban tareas formidables (Jue 6.34) y hombres llamados a proclamar la Palabra de Dios (Ez 2.1-4).
Indicando que la relación del Espíritu con los creyentes sería diferente a la de antes, el Señor Jesús les dijo a los discípulos: “Mora en vosotros, y estará en vosotros” (Jn 14.17). El Espíritu Santo había estado con ellos durante su tiempo con Jesucristo, pero moraría en ellos después de la ascensión.
Desde Pentecostés, cada creyente ha recibido al Espíritu Santo. Si Cristo es la vid y nosotros somos las ramas, entonces el Espíritu es la savia que nos energiza y nos equipa.
BIBLIA EN UN AÑO: 2 CRÓNICAS 35-36