Gálatas 5.16-26

Todos los creyentes quieren tener el fruto del Espíritu, pero muchos no están seguros de si realmente lo tienen. El fruto no es lo que hacemos; es quienes somos. Dos principios nos ayudan a reconocer estos rasgos, tanto en otros cristianos como en nosotros mismos.

1. Los creyentes fructíferos no son controlados por su entorno. Todos enfrentamos pruebas, pero quienes están llenos del Espíritu no se dejan controlar por ellas. Mantienen su gozo aunque sufran (Ro 5.3-5). El Espíritu produce su fruto sin importar la situación, y esos creyentes eligen confiar en el Señor para protección y guía.

2. Los cristianos fructíferos se recuperan rápidamente después de una caída. Estos creyentes no son perfectos, pero escuchan la convicción del Espíritu y se arrepienten rápido. Agradecen la corrección, alabando a Dios por mostrarles su debilidad y guiarlos de nuevo a la obediencia.

Los creyentes no pueden producir estas cualidades por sí mismos. La transformación del carácter ocurre cuando nos sometemos a Dios, dándole el control total de nuestra vida. Solo entonces el Espíritu estará libre para producir fruto duradero, aun en los tiempos más difíciles.

BIBLIA EN UN AÑO: MATEO 5-7