Durante nuestro ministerio de extensión de la iglesia en un hogar de ancianos, un residente me contó cómo su hija lo había llevado allí años atrás y simplemente lo dejó en la acera. En su silla de ruedas, Ed no pudo levantarse para correr tras ella. La hija regresó al coche sin mirar atrás y se marchó. «Vamos a un hotel bonito», le había dicho antes. Ese día fue la última vez que la vio.
Muy diferente a las numerosas experiencias familiares de cuidado amoroso a los mayores, este claro caso de abuso traumatizó a Ed. Todavía tiene pesadillas sobre aquel día.
Hace siglos, un joven también sufrió un trauma (Génesis 37:12-36). Los hermanos de José lo arrojaron en una cisterna y lo vendieron a unos mercaderes que iban a Egipto. Pero «el Señor estaba con José» (39:2). En una tierra desconocida, mientras hacía valientemente lo correcto a los ojos de Dios, tanto en la casa de su amo (vv. 7-10) como en la cárcel, José entendió que Dios «le mostró su amor fiel» (v. 21 NTV). A pesar del trauma de su pasado, pudo triunfar en todo porque Dios lo ayudó (v. 23).
La gente puede dañarnos, pero Dios nunca lo hará. Aunque nos ayude a sanar de formas diferentes a como lo hizo con José, nos promete el mismo amor fiel. Sigamos su guía al confiar en Él para que sane nuestros corazones.



