En sus comienzos como escritora cristiana, Gayle solía recibir regalos encantadores de su editor: flores, chocolates, tés de hierbas. Pero con el tiempo, el editor empezó a enviarle regalos de valor perdurable: una Biblia anual, devocionarios y diarios de oración. Al ir usándolos, Gayle maduró espiritualmente; menos distraída con regalos frívolos y más dedicada a usar su vida para guiar a otros a Cristo.

Este enfoque evoca el crecimiento de Timoteo bajo el discipulado del apóstol Pablo, quien le dijo: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15).

Y luego agregó: «Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad» (v. 16); «huye también de las pasiones juveniles, […] desecha las cuestiones necias […]. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido» (vv. 22-24).

El consejo sabio de Pablo brinda otro beneficio clave. Aun los que se oponen a Cristo, cuando vean nuestras decisiones maduras en Él, tal vez «escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él» (v. 26). Por eso, crecer en Dios tiene resultados eternos. Crezcamos en nuestra fe y otros también se beneficiarán.

De: Patricia Raybon

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