En la lectura de hoy, Pablo escribe: “Crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Ef 4.15). Como creyentes, debemos esforzarnos todo el tiempo por acercarnos más a Dios. Cuando Él es el Señor de nuestra vida, ciertas características serán evidentes. Aquí hay dos puntos de referencia espirituales para evaluar nuestro progreso:
1. El crecimiento espiritual se refleja en una mayor conciencia del pecado y el arrepentimiento. Evitarlo es rebelión contra Dios. Los creyentes que maduran se apartan del mal y buscan la rectitud. Al vivir en dependencia y arrepentimiento, aumenta nuestro deseo de obedecer a Dios y disminuye la atracción por el pecado.
2. El crecimiento espiritual se caracteriza por un aumento en el gozo y las luchas. La fe se fortalece por medio de las dificultades, y al vivir con confianza y perseverancia, nuestra relación con el Señor se profundiza, viendo las pruebas como oportunidades para madurar (Stg 1.2-4).
El Dios soberano es el guardián de nuestra vida. Maduramos cuando reconocemos que todo lo que experimentamos ha sido permitido por nuestro Padre celestial y comprendemos que Él está obrando en cada situación para nuestro bien.
BIBLIA EN UN AÑO: JOB 5-8