Cuando Dianne Dokko Kim y su esposo se enteraron de que su hijo era autista, ella luchó con la posibilidad muy real de que su hijo cognitivamente discapacitado la sobreviviera. Clamó a Dios: ¿Qué hará él sin que esté yo para cuidarlo? Dios la rodeó con un sistema de apoyo de otros adultos que criaban hijos con discapacidades. Finalmente, en su libro Unbroken Faith [Una fe intacta], Dianne brindó esperanza de «recuperación espiritual» a otros adultos en su misma condición. A medida que su hijo se vuelve adulto, la fe de Dianne permanece inquebrantable. Confía en que Dios siempre cuidará de ella y de él.

Las incertidumbres de la vida pueden endurecer nuestros corazones con Dios. Podemos ser tentados a confiar en otras cosas o personas, incluidos nosotros mismos. Sin embargo, podemos depender de «la roca de nuestra salvación» (Salmo 95:1); una frase que señala la certeza del carácter de Dios. «Porque en su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas. Suyo también el mar, pues él lo hizo; y sus manos formaron la tierra seca» (vv. 4-5).

Podemos vivir con una fe inquebrantable, adorando al «Señor nuestro Hacedor» (v. 6). Podemos confiar en que está con nosotros y los que amamos porque somos «el pueblo de su prado» (v. 7).

De: Xochitl Dixon

Reflexiona y ora
¿Cómo te ha mostrado Dios que cuida de ti y de tus seres queridos? ¿Cómo te ayuda saber que Él cumple sus promesas?
Dios, gracias por prometer cuidarnos.