Es fácil suponer que los problemas en los tiempos bíblicos eran diferentes de los que enfrentamos hoy. Por eso, tal vez se pregunte qué puede enseñarnos un misionero del siglo I sobre cómo triunfar sobre la adversidad. Aunque la cultura de Pablo era bastante diferente a la nuestra, algunos aspectos son iguales, como la tentación, las dificultades y el pecado. Por tanto, cuando el apóstol escribió que estaba abrumado más allá de sus fuerzas, contaba con la experiencia para dar credibilidad a sus palabras.
Pablo dice que “aun perdimos la esperanza de conservar la vida” (2 Co 1.8), pero confiaba en el Dios que controla todas las cosas. Tenía fe en que el Señor lo sostendría. Pablo aprendió a confiar en Dios durante la aflicción de la misma manera que nosotros: fue lanzado a situaciones de alta presión con probabilidades imposibles y, sin embargo, vio triunfar al Señor. Entendemos el poder divino cuando llegamos al límite de nuestras propias fuerzas y sentimos la energía sobrenatural de Dios llevándonos adelante. Y por ello, nuestra fe se fortalece cuando confiamos en Él en tiempos de aflicción.
El poder de Dios está a disposición de todos los creyentes que confiesan su debilidad. En efecto, le entregamos nuestra vida y nuestra situación a Dios, y aguardamos que cumpla su promesa.
BIBLIA EN UN AÑO: 2 CRÓNICAS 32-34