Mateo 16.13-18

La pregunta quedó en el aire como una densa niebla matutina. Imaginémonos el silencio de los discípulos cuando el Señor Jesús preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mt 16.15). Tal vez estaban demasiado asustados o inseguros para hablar. Pero entonces Pedro miró al Señor y declaró: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt 16.16).

Llamar al Señor Jesús “el Cristo” tenía grandes implicaciones en el Siglo I. Tal afirmación llevó a la muerte a muchos creyentes, ya que las autoridades judías y romanas perseguían a los cristianos dispuestos a defender su fe. Incluso aquellos que caminaban junto al Señor Jesús y participaban con entusiasmo en su ministerio corrían un gran riesgo al llamarlo así. Por eso, a veces permanecían en silencio mientras seguían trabajando para el reino.

¿No es interesante que la iglesia de hoy a menudo tenga el problema opuesto? Muchas personas se apresuran a exclamar: “¡Jesús es el Señor!”, pero luego no se ocupan de su obra. Si hay una brecha entre lo que usted profesa con su boca y lo que hace para el reino, recuerde que el Señor Jesús nos llama a ser coherentes en nuestro testimonio y en nuestras acciones. Si su confesión es “Jesús es el Señor”, entonces su vida debe reflejar esa postura valiente. ¿Qué puede hacer hoy para demostrar su fe a los demás?

BIBLIA EN UN AÑO: ZACARÍAS 6-10