Una larga batalla contra una enfermedad crónica había pasado factura a Jaime. Aunque deseaba pasar tiempo con Dios cada mañana, orando y meditando en las Escrituras, no podía encontrar una posición en su silla que no fuera dolorosa. Se movía de un lado a otro, pero sin alivio. Finalmente, desesperado, cayó de rodillas. Al hacerlo, esa postura de oración disminuyó su dolor agonizante. En las mañanas que siguieron, pasó tiempo con Dios de rodillas, sintiendo consuelo mientras clamaba a Él en oración.
Josafat, un rey de Judá, también enfrentó una batalla, pero no con el dolor sino contra enemigos peligrosos (2 Crónicas 20:1-2). «Josafat quedó aterrado […] y le suplicó al Señor que lo guiara» (v. 3 ntv). Todo Judá fue «a pedir ayuda al Señor» (v. 4). Dios oyó sus oraciones, y su Espíritu descendió sobre un levita llamado Jahaziel, quien le dio este mensaje alentador: «No temáis ni os amedrentéis […]. El Señor estará con vosotros» (vv. 15, 17). Entonces, «Josafat se inclinó rostro a tierra», y todos «se postraron delante del Señor» (v. 18).
En momentos dolorosos o desafiantes, podemos sentir la cercanía de Dios de una forma poderosa. Al someternos a su voluntad y adoptar una postura de oración en nuestros corazones, podemos hallar consuelo y paz en Él.