- La encarnación. Desde el momento de su nacimiento físico, el Señor Jesús fue plenamente Dios y plenamente hombre (Col 2.9). Eligió someterse a la voluntad de su Padre y vivir como uno de nosotros. Durante toda su vida terrenal permaneció como el Hijo eterno de Dios, pero al mismo tiempo con una naturaleza humana sin mancha de pecado.
- La revelación de Dios. El Hijo vino a este mundo para que pudiéramos entender cómo es el Padre. El Señor Jesús dijo: “El que me ve, ve al que me envió” (Jn 12.45).
- La identificación con el hombre. Al llamarse Hijo del Hombre (Mt 8.20; Mr 10.33, 45), Cristo se identificó con nosotros. Caminó entre nosotros, sufrió y murió, asumiendo en la cruz las consecuencias del pecado y nuestras iniquidades (2 Co 5.21).
Por más maravilloso que sea el nacimiento de un bebé, lo que ocurrió en Navidad fue mucho más grande: Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros para que pudiéramos ser reconciliados con Él, todo por su gran amor. En este último domingo de Adviento, recordemos todo lo que Él ha hecho, ¡y regocijémonos!
BIBLIA EN UN AÑO: HEBREOS 12-13



