«En realidad, no me gustaba el Día de la Madre —dijo Donna, mamá de tres niños—. Me recordaba todas las insuficiencias y fracasos que sentí y siento como madre».
Donna comenzó su vida como madre con elevadas expectativas. La realidad se las bajó. «Ser madre fue lo más difícil que hice», dijo. Y un hijo en particular «me hacía salir de quicio».
Cuando Dios escogió a Lea para ser una matriarca de Israel, ella sin duda tenía expectativas elevadas para cada uno de sus hijos. Tuvo cuatro cuyos nombres reflejaban su difícil situación (Génesis 29:32-35), pero estos tuvieron papeles protagónicos de chicos malos. Algunos fueron culpables de asesinatos (34:24-30) y esclavismo (37:17-28). Judá es el villano de uno de los relatos más horribles de las Escrituras (cap. 38).
¿Cómo pudo Dios enviar al Mesías a través de los descendientes de Lea, incluido Judá? En las circunstancias más difíciles y mediante las personas más inesperadas, Dios lleva a cabo nuestra redención.
Donna aprendió esto también. Frente a todos los desafíos de la crianza, la única respuesta que obtuvo fue «seguir avanzando y orando». ¿Y ese hijo que la hacía enfadar siempre? Ahora es adulto, y ama y respeta a su mamá. Mirando atrás, Donna dice: «Quizá fue enviado para enseñarme algo sobre mí misma y sobre Dios».
De: Tim Gustafson