Si usted alguna vez ha visto una fotografía de la Tierra de noche tomada desde el espacio, es fácil distinguir las zonas urbanas porque están muy iluminadas. Es imposible no verlas.
Lo mismo ocurre con los creyentes. Estamos llamados a “brillar” como la ciudad asentada sobre una colina, de la que habló el Señor Jesucristo: a vivir de tal manera que otros vean nuestras buenas obras y reconozcan la evidencia de Dios en nuestra vida (Mt 5.14-16).
La fe del cristiano se refleja en sus acciones. Queremos que quienes nos rodean noten cómo vivimos, para que poco a poco comprendan que Dios es bueno. Así, damos testimonio con nuestras palabras y nuestras obras.
Sin embargo, para equilibrar este mandato, el Señor nos da una advertencia en Mateo 6.1 (NBLA): “Cuídense de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos”. En otras palabras, debemos ser conscientes de nuestra motivación. Si actuamos para llamar la atención de los demás, perderemos la recompensa celestial.
Debemos ser un reflejo de la luz y la gloria de Dios. Es Él quien no solo nos da la oportunidad de brillar, sino que también nos da la fuerza y los dones para trabajar para su reino.
BIBLIA EN UN AÑO: JUAN 14-16



