1 Corintios 6.19, 20

Dios, quien formó con cuidado a cada uno de nosotros, le da un gran valor a nuestros cuerpos (Sal 139.13). El cuerpo humano representa la obra maestra de la creación, y Dios confió nuestros cuerpos a nuestro cuidado. Al igual que con cualquier otro recurso, tales como las relaciones o el dinero, el Padre celestial espera de nosotros un manejo sabio de nuestro cuerpo.

La primera carta de Pablo a los Corintios presenta una clara imagen de los seguidores de Cristo que maltratan sus cuerpos. Muchos en la Iglesia estaban involucrados en prácticas inaceptables, como conductas sexuales inapropiadas y glotonería (1 Co 5.11 Co 11.21). Debido a la baja estima que tenían del cuerpo físico, consideraban estos comportamientos como separados de la vida espiritual, al creer que podían hacer lo que quisieran con sus cuerpos y seguir siendo considerados “buenos” cristianos.

En el capítulo 3, Pablo escribe: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Co 3.16). El apóstol nos recuerda que el Espíritu Santo vive en el corazón de cada creyente.

Si ha recibido a Cristo como Señor y Salvador, su cuerpo es ahora un templo de Dios. ¿Qué está diciendo su cuerpo en cuanto a su relación con el Padre celestial?

BIBLIA EN UN AÑO: SALMOS 76-78