El proyecto independiente no estaba yendo bien. Los clientes estaban demandando lo que parecía imposible, y yo estaba estresado y desanimado. Mi primera reacción fue simplemente abandonar el trabajo, lo que significaría no recibir pago por lo que ya había hecho, además de eliminar la posibilidad de futuros proyectos con ellos. Entonces, pensé: ¿Ya he orado a Dios?
Golpeándome mentalmente la frente, ¡me di cuenta de que había olvidado pedirle ayuda a Dios! Así que, oré… y de inmediato me sentí mejor. Nada había cambiado: el proyecto seguía siendo desafiante, pero me inundó la paz. Ahora sabía que podía descansar en Dios: haría lo que pudiera y dejaría el resultado en sus manos.
Quizá David se sintió igual cuando le entregó sus temores y preocupaciones a Dios. En el Salmo 6, comienza describiendo su angustia al ser perseguido por sus enemigos (vv. 3, 7). Pero al seguir acudiendo a Dios por ayuda, se tranquilizó: «el Señor ha oído mi ruego; ha recibido el Señor mi oración» (v. 9).
Esa verdad llegó con la esperanza de que sería liberado, cuando y como Dios lo determinara (v. 10). La oración no es una técnica para sentirse bien, sino una conexión directa con el Omnisciente y Todopoderoso que nos ayudará en su tiempo y a su manera. ¿Te sientes deprimido y desanimado? Solamente ora; Dios oye.



