Durante un acalorado partido entre dos viejos rivales de fútbol de la escuela secundaria, los Eagles patearon el balón hacia la portería de los Pioneers. El balón entró, pero salió por un agujero en la parte posterior de la red. El árbitro no vio que el balón había entrado, y dijo que no era gol. El entrenador de los Pioneers vio el gol y se lo confirmó al entrenador de los Eagles, aunque podría haberse quedado callado. El árbitro ratificó el gol. Los Pioneers perdieron el partido 3-2.
Aunque es fácil hablar cuando es para nuestro beneficio, la Biblia alienta a los creyentes en Jesús a «[seguir] siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos» (1 Tesalonicenses 5:15). Más allá de la tendencia natural a beneficiar a nuestros amigos, lo difícil de este mandato es hacer lo bueno aun para nuestros rivales, sin beneficiarnos de nuestras acciones ni «esperando de ello nada» (Lucas 6:35).
Hacer lo bueno por un rival o competidor puede significar hablar sobre el esfuerzo de un compañero de trabajo al realizar una venta, aunque eso signifique que obtendrá una comisión mayor, o juntar las hojas de un vecino aunque es probable que no te dé las gracias.
Nuestro esfuerzo por beneficiar a otros demuestra el amor que Dios extiende a todos.