Muchas personas ven el Domingo de Resurrección como un día para vestir ropa nueva e ir a la iglesia. Pero este día no se trata solo de celebrar la tumba vacía y seguir adelante como si nada hubiera pasado. No fuimos testigos de la resurrección de Cristo después de su sepultura, por lo que imaginar la mañana de la primera Pascua de Resurrección es difícil. Además, nuestra familiaridad con la historia puede hacer que sea fácil pasar por alto la magnitud de lo que sucedió.
En el pasaje de hoy, Pablo nos da un destello de la importancia de la resurrección al describir lo que habría sucedido si Cristo no hubiera resucitado. Nuestras celebraciones serían una mentira y nuestra fe sería inútil. Seguiríamos cargando con la culpa de nuestro pecado, sin esperanza, salvación ni vida eterna.
Por eso, la Pascua de Resurrección es una razón maravillosa para celebrar. El Señor murió en nuestro lugar para satisfacer el requisito de nuestra expiación. La resurrección prueba que Dios estuvo satisfecho con el sacrificio del Salvador (Ro 3.25) y lo aceptó para perdonar nuestros pecados (1 Co 15.20-23). Y gracias a la victoria de Cristo sobre la muerte, nosotros también resucitaremos y recibiremos una herencia en el cielo. Esta esperanza nos permite regocijarnos cada día.
BIBLIA EN UN AÑO: 1 REYES 18-19