El tráfico se detuvo, pero no sabía por qué. Había pocos autos en el camino y no veía ninguna razón evidente. De repente, para mi sorpresa y deleite, aparecieron miles de ovejas y cruzaron la autopista. Recién llegada a Idaho, aún no estaba familiarizada con la migración anual de las ovejas a las colinas de Boise cada primavera. Los rancheros las escoltan a esas colinas donde pastan durante el verano.
Como solo viví en zonas urbanas y suburbanas, la vista me pareció espectacular. Pero las ovejas eran una parte habitual de la vida en la época de Ezequiel (y en gran parte de la historia bíblica). El profeta tomó algo conocido para el pueblo para transmitir el mensaje de Dios de consuelo y esperanza.
Ezequiel les transmitió esas palabras a los israelitas, diciéndoles que, a pesar de los años difíciles en Babilonia —consecuencia de su rebelión recurrente contra Dios—, un día los restauraría «a su propia tierra» (Ezequiel 34:13). Entonces, como un pastor, Dios «en buenos pastos [los apacentará], y […] allí dormirán en buen redil» (v. 14).
Dios muestra un cuidado similar hacia su pueblo. Podemos confiar en que Él, nuestro Pastor, nos guiará por la vida hacia buenos pastos (vv. 13-14), aunque nos sintamos esparcidos como ovejas en medio de dificultades (v. 12).