En 2011, Karey Packard y su hija estaban empacando para mudarse. De repente, el corazón de Karey se detuvo. Los doctores la reavivaron, pero su condición empeoró durante la noche. Le dijeron a su esposo que llamara a la familia para despedirse, e hicieron lo que él llamó «una oración desesperada».

¿Con qué frecuencia hemos hecho una oración desesperada en una crisis? María y Marta lo hicieron. Enviaron un mensaje desesperado a Jesús: nuestro hermano Lázaro, «el que amas», está gravemente enfermo (Juan 11:3). Cuando Jesús por fin llegó, Lázaro había estado muerto cuatro días. Angustiada, Marta le dijo a Jesús: «si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto» (v. 21). Sabía que Él podía sanar a enfermos, pero no imaginaba que tenía poder sobre la muerte. Por supuesto, Jesús resucitó a Lázaro; un anticipo de su propia resurrección semanas después.

Karey había muerto oficialmente, pero Dios la hizo revivir milagrosamente. En ambas historias, es fácil no captar la idea: Dios tiene propósitos que desconocemos. No sana ni resucita a todos, pero nos asegura: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá» (v. 25). Como creyentes, pase lo que pase, sabemos que estaremos con Jesús. Tal vez esto haga que tus oraciones desesperadas no lo sean tanto.

De: Kenneth Petersen

Reflexiona y ora

¿Qué experiencias desesperantes has tenido? ¿Cómo oraste mientras las atravesabas?
Dios, ayúdame a ver tus propósitos.