Carlos había caído en depresión. A pesar de tener una familia amorosa, se sentía completamente solo. «La abrumadora presión de mantenerla seguía aumentando —dijo—, y quería quitarme la vida». Sorprendentemente, o tal vez no, Carlos Morris también dirigía un ministerio cristiano.
Un amigo sabio le dijo que cuando uno sufre de depresión, «hay que sumergirse en los Salmos». Carlos superó su profunda desesperación leyendo pasajes bíblicos relacionados con su problema, aceptando cuidado médico y abriendo su corazón a Dios.
Los Salmos suelen ser brutalmente sinceros. Hemán ezraíta escribió uno de los más desoladores. La esperanza solo aparece al comienzo: «Oh Señor, Dios de mi salvación» (88:1). Luego, parece acusar a Dios: «Me has puesto en el hoyo profundo» (v. 6); «sobre mí reposa tu ira» (v. 7). Y preguntó: «¿Por qué, oh Señor, […] escondes de mí tu rostro?» (v. 14). La mayoría de los salmos terminan con un mensaje de esperanza, pero este no. Hemán concluye: «las tinieblas son mi sola compañía» (v. 18 rvc). Esta es la oración de un hombre realmente desesperado. Aun así, presenta toda su angustia ante Dios.
Cuando leemos salmos así, comprendemos que no somos los únicos. Otros han experimentado lo mismo y se han atrevido a decirlo. Así como Dios oyó a Hemán, también te escucha a ti.