Una vez que somos salvos, debemos dedicar el resto de nuestra vida a cumplir los propósitos de Dios. Somos llamados a ser discípulos de Cristo, trabajando con celo como Él lo hizo. Aunque la salvación es por gracia y no por obras, las obras siguen siendo la voluntad de Dios para nosotros (Ef 2.10). El Espíritu Santo continúa la misión de Cristo en el mundo, obrando a través de las acciones de sus seguidores.
El Padre celestial se ha comprometido a guiar y capacitar a los creyentes. Sea lo que sea que nos llame a hacer, su Espíritu Santo nos enseñará todo lo que necesitamos saber —como son las maneras efectivas de relacionarnos, de entregarnos por los demás y de compartir nuestra fe. El Señor espera que prioricemos el servicio a Él, y que rindamos nuestros recursos y habilidades para que Él las use.
Mientras vivamos en este mundo, nuestro estilo de vida debe ser de servicio entusiasta y comprometido en la causa de Cristo. Que su obra para Dios sea una verdadera labor de amor.
BIBLIA EN UN AÑO: JUAN 1-3



