«Te amo. Nunca te dejaré». Julia guardó el mensaje de su esposo para poder leerlo cuando tuviera miedo. Una niñez problemática la había dejado con temor de que sus seres amados la abandonaran. Por eso, solía pedirle a su esposo que la tranquilizara y esperaba ansiosa que regresara a casa.

La oración y los consejos la ayudaron a reaccionar de formas saludables. Dijo: «Miraba mis miedos a la luz de las promesas amorosas de mi esposo. Pensaba: ¡Sus promesas son ciertas!, y él se comportaba como decía».

El rey Jeroboam también tenía miedos infundados. Por la apostasía de Salomón, Dios ya le había asegurado que, si lo obedecía, quitaría «el reino de la mano [del] hijo [de David]», y le entregaría «Israel» (1 Reyes 11:35, 38).

Pero Jeroboam tenía miedo. Pensó: «si este pueblo subiere a ofrecer sacrificios en la casa del Señor en Jerusalén; […] se volverá a su señor Roboam» (12:27). Su temor lo llevó a establecer lugares cercanos para adorar e impedir que sus súbditos siguieran al hijo de Salomón (vv. 26-33), y enfrentó el juicio de Dios (14:7-16). ¡Si tan solo hubiese confiado en las promesas de Dios!

No tenemos que lidiar solos con los temores infundados. Dios nos ha asegurado sus promesas en las Escrituras. Que sus verdades amorosas iluminen nuestra mente y caminos.

De:  Karen Huang

Reflexiona y ora

¿Qué temores infundados tienes? ¿Qué dicen las Escrituras acerca de ellos?
Dios, ayúdame a enfrentar mis miedos.