Antes de la conversión de Pablo, si alguien hubiera dicho que él impactaría al mundo para el Señor Jesús, probablemente muchos se habrían reído (Hch 22.19, 20).
La gracia de Dios puede impactar a cualquiera; ningún pecado está fuera de su perdón. Ser cristiano no es añadir buenas obras a la vida, sino recibir, por gracia, perdón y una nueva naturaleza. Esa transformación produce cambios evidentes en nuestro interior.
La metamorfosis de la mariposa es un buen ejemplo de esto. Cuando está en la crisálida, una oruga no solo actúa o parece diferente desde afuera; realmente cambia también por dentro.
La transformación de los creyentes se manifiesta en muchas áreas. Nuestras actitudes cambian: la salvación por la gracia de Dios produce humildad y gratitud. Esa gratitud nos lleva a ser más compasivos con quienes nos rodean. Al experimentar el perdón de Cristo, nace en nosotros el deseo de servirle, amar y ayudar a los demás, y compartir con ellos la bondad de Dios.
Aunque el pecado tiene consecuencias, Dios ofrece perdón y redención por medio de Cristo. Dios Padre restauró nuestra relación con Él y transforma nuestra vida para que seamos más como su Hijo y reflejemos su corazón a los demás.
BIBLIA EN UN AÑO: HECHOS 23-24



