¿Alguna vez se ha sentido atrapado en el desánimo? Si es así, no está solo. Todos enfrentamos, en algún momento, esperanzas frustradas. La decepción es una respuesta natural, pero si se deja persistir, puede convertirse en un desánimo que se desploma como una nube oscura y pesada.
Las circunstancias que provocan estas emociones pueden ser inevitables, pero debemos tomar una decisión. Podemos dejar que la tristeza nos controle o enfrentarla con valentía, buscando ayuda en Aquel que puede aliviarla (Dt 31.6). Vivir en el desánimo divide la mente, enfocándonos solo en el dolor, lo que fomenta la ira y la culpa hacia Dios, los demás o a nosotros mismos.
La frustración mal gestionada puede transformarse en desesperación. En medio de la niebla del desánimo, es fácil tomar decisiones impulsivas, guiadas por emociones heridas en lugar de la verdad. Elegir este camino autodestructivo no es lo que Dios desea para nosotros.
Aunque todos enfrentamos decepciones, los creyentes no debemos quedarnos anclados en ellas. En lugar de ello, Dios nos invita a confiarle nuestras cargas, incluyendo las expectativas no cumplidas y las aflicciones. Debemos recordar que todo lo que Él permite en la vida de sus hijos tiene un propósito divino.
BIBLIA EN UN AÑO: PROVERBIOS 13-15