En el pasaje de hoy, el apóstol Pablo describió la “esperanza del evangelio”, del cual fue hecho ministro (Col 1.23). Esa esperanza había sido un “misterio… oculto desde los siglos y edades”, pero ahora se había “manifestado a sus santos” (Col 1.26). Estos versículos nos enseñan que tenemos un camino por delante. Ya no estamos perdidos, vagando en la oscuridad. Cristo vino a nosotros, y se hizo como nosotros, para que pudiéramos llegar a ser como Él.
Como hijos del Padre celestial, hemos nacido a una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo (1 P 1.3). Gracias a nuestro Salvador, ahora vivimos en aceptación en lugar de condenación y estamos destinados a la vida eterna con Dios, no a la muerte espiritual. El Espíritu Santo mora en nosotros para consolarnos y guiarnos, y su Palabra nos instruye con sabiduría.
Como cristianos, estamos eternamente seguros gracias a nuestro amoroso Salvador, en quien somos hechos completos (Col 1.28). Jesucristo es nuestro compañero, nuestro amigo y nuestra fuente constante de esperanza.
BIBLIA EN UN AÑO: JUAN 10-11



