Adán y Eva comieron del fruto prohibido (Gn 3.6), y todas las personas han sufrido las consecuencias. La Biblia dice que cada uno de nosotros se ha extraviado, como una oveja que se ha apartado de su pastor (Is 53.6). Así que, por nosotros mismos, somos incapaces de tener comunión con Dios.
Pero nuestro Creador nos amó tanto que envió a su propio Hijo a vivir en este mundo. Aunque Cristo merecía toda la gloria, el honor y la alabanza, tomó nuestro lugar en la cruz para morir y librarnos de la consecuencia del pecado. Y luego venció la muerte al resucitar.
El Salvador anhela que aceptemos que Él se entregó para redimirnos y aliviar la carga del pecado en nuestro corazón. Solo entonces experimentaremos verdadera vida y libertad.
¿Ha recibido usted el regalo de la salvación de Dios? El Señor Jesús le ama tanto que dio su vida para relacionarse de manera personal con usted. Cuando cree en Él y acepta su muerte como su inmerecida expiación por su pecado, Él le perdona toda iniquidad y le da la bienvenida al camino de la vida verdadera.
BIBLIA EN UN AÑO: LUCAS 10-11



