Cuando caminamos en comunión diaria con Dios, confiamos más en que Él tiene el control (Is 55.8-11). Ya sea en la alegría o en la prueba, podemos llevarle todo, Él nos consuela o se regocija con nosotros según nuestra necesidad.
Orar con la Biblia y pedirle a Dios que nos hable sobre lo que leemos es nuestro privilegio como cristianos. Cuando estamos en silencio ante el Señor, recibimos su guía y su poder para nuestras circunstancias. No importa contra qué estemos luchando, Dios restaura nuestra alma cansada y nos renueva para un nuevo día.
Nuestra vida está llena de actividades y distracciones, por lo que debemos apartar tiempo cada día para hablar con Dios en oración y estudiar las Sagradas Escrituras. Hacerlo con fidelidad ayuda a crear un ritmo que nos mantiene firmes, sin importar lo que se nos presente.
BIBLIA EN UN AÑO: EZEQUIEL 23-25