En 2020, Alida se hizo una prueba de ADN y descubrió una gran coincidencia con un hombre que vivía en la costa opuesta de Estados Unidos. Más tarde, encontró artículos de la década de 1950 que la llevaron a concluir que el hombre era su tío perdido: ¡Luis! Lo habían secuestrado cuando tenía seis años. Esa prueba realizada setenta años después, llevó a un feliz reencuentro con sus familiares biológicos. Alida dijo: «Nuestra historia podría ayudar a otras familias […]. Yo diría: no se rindan».

Setenta años es un largo tiempo para mantener viva la esperanza. Jeremías y el pueblo de Judá se habrán angustiado cuando Dios dijo: «servirán […] al rey de Babilonia setenta años» (Jeremías 25:11). No habían escuchado a Dios ni se habían vuelto del «mal camino y de la maldad de [sus] obras» (v. 5), lo que los había convertido en objeto de «escarnio […] y burla» (v. 9). En tiempos de Jeremías, el pueblo había sido condenado más de treinta veces por desoír al Señor. Aunque setenta años pueden parecer eternos, Dios estaría con ellos, y prometió que la dura temporada finalmente terminaría (29:10).

Ante desafíos que parecen no terminar nunca, recordemos que, aunque nos cueste confiar en Dios, Él promete estar con nosotros y amarnos (30:11). Al escucharlo y esperar expectantes, podemos hallar esperanza.

De:  Tom Felten

Reflexiona y ora

¿Cómo es posible soportar tiempos difíciles? ¿Dónde puedes hallar consuelo en las promesas de Dios?
Dios, ayúdame a esperar en ti.