Es algo terrible amar lo que la muerte puede tocar, comienza diciendo un poema escrito hace más de cien años por el poeta judío Judah Halevi. Y luego aclara lo que está detrás del temor: amar […], y ay, perder.
En Génesis, un desborde de emoción ocurrió cuando Abraham perdió a Sara: «vino Abraham a hacer duelo por Sara, y a llorarla» (23:2). El capítulo revela la historia de la pérdida de uno de los personajes más memorables de las Escrituras: Sara, la fiel esposa de Abraham, esa anciana que se rio ante la noticia de que iba a ser madre (18:11-12), pero lloró de dolor mientras Isaac hacía su entrada en este mundo.
Mucho se dice de ese refrescante y humano versículo del Evangelio de Juan: «Jesús lloró» (11:35). Las lágrimas del Mesías en la tumba de Lázaro resaltaban su pérdida. Amar es en verdad algo terrible. Halevi lo llama «cosa de tontos», pero luego lo llama también «algo santo»; especialmente para aquellos cuya fe está «escondida con Cristo en Dios» (Colosenses 3:3).
Amamos y perdemos toda clase de cosas, y llorar con «gozo doloroso» es tan humano. Pero para el creyente en Jesús, nuestro lloro solo dura por la proverbial noche. Como escribió David: «Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría» (Salmo 30:5). Nuestro Padre no nos ha despojado de esperanza.
De: John Blase