Cuando me lesioné el dedo anular, me dolió durante meses antes de recuperarse. Mientras hacía los ejercicios prescritos, el dedo meñique comenzó a dolerme, así que consulté a mi médico. «Dolor empático», dijo él. Una ramificación entre los nervios de ambos dedos causa dependencia entre ellos. Si un dedo duele, el otro duele por empatía.
Pablo usa el cuerpo humano para ilustrar la singularidad y la unidad del pueblo de Dios. En 1 Corintios 12:21-26, reafirma el valor de cada miembro individual para el funcionamiento saludable del conjunto. Luego resalta la unidad que se logra al conectarse unos con otros: «si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él» (v. 26). Esta interconexión de la iglesia se refleja en estos versículos: «llorad con los que lloran» y «sobrellevad los unos las cargas de los otros» (Romanos 12:15; Gálatas 6:2).
Hoy en día, cuando extiendo la mano para saludar a alguien o agarro una cuchara para cocinar, siento la tirantez entre mis dedos anular y meñique. Las diversas partes de nuestros cuerpos físicos trabajan juntas para expresar dolor y para fortalecerse mutuamente a fin de sanarse. Y Dios revela nuestra necesidad de vincularnos unos con otros en su cuerpo espiritual, la Iglesia, mediante el dolor empático.