Pablo escribió sobre la necesidad de confiar en el poder de Cristo. Compartió una promesa que el Señor le había dado: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Co 12.9). Pablo fue un gran líder de la fe, pero a los ojos de Dios no era más merecedor de la gracia que cualquier otra persona. Nosotros podemos tener la misma confianza en el poder del Señor que tenía el apóstol.
Cuando Pablo recibió a Cristo como su Señor y Salvador, fue adoptado como hijo de Dios. Sus pecados fueron perdonados y recibió el Espíritu Santo (Hch 13.9) para que pudiera comenzar su trabajo al servicio del Señor (Ga 1.15).
Considere el tiempo de Pablo en la prisión. Para ayudarlo a soportar el encarcelamiento, el Espíritu Santo le dio fortaleza física y mental. Al mismo tiempo puso en los corazones de otros creyentes el deseo de atender las necesidades de Pablo (Fil 4.18). Más importante aún, el Espíritu de Dios le dio el valor para hablar de Jesucristo a sus guardias romanos (Fil 1.13).
Pablo confió en Dios para tener fortaleza y, como consecuencia, nunca renunció a su fe. Servimos al mismo Dios Todopoderoso, lo que significa que no tenemos excusa para huir de su plan.
BIBLIA EN UN AÑO: 2 REYES 13-15