Al principio, Juan se negó, pues sabía que el Señor era el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1.29). Pero Jesús le dijo que lo permitiera; Él se estaba identificando sacrificialmente con nosotros y demostraba obediencia total a Dios.
Como cristianos, estamos llamados a seguir el ejemplo de Cristo, y el bautismo es una parte esencial de ese compromiso. Así como Él se identificó con nosotros, nosotros también nos identificamos públicamente con Él al bautizarnos. Es una declaración de fe: “creemos en su muerte y resurrección, y mostramos nuestro deseo de vivir según su voluntad y seguirlo todos los días de nuestra vida”.
El bautismo demuestra nuestra conexión con el Señor y con nuestros hermanos en la fe, de todas las épocas. Al unirnos a quienes han caminado antes que nosotros, declaramos que somos parte de un solo cuerpo, redimidos y con nueva vida por el mismo Señor Jesucristo.
BIBLIA EN UN AÑO: JEREMÍAS 25-27