Deuteronomio 8.1-6

La Biblia debería ser el plato principal de nuestra “dieta literaria”. Si dedicamos tiempo a la Palabra, llenándonos de sus verdades —tal como nos llenamos en la mesa—, nuestro espíritu y carácter estarán nutridos, gozosos y prósperos.

En la Palabra de Dios aprendemos cómo piensa Él y lo que hace. Allí encontramos los principios para una vida plena. Después de todo, ¿cómo confiar en nuestro Padre si no lo conocemos? ¿Y cómo asemejarnos a Cristo sin practicar los preceptos que enseñan las Sagradas Escrituras?

En Proverbios 4.25-27 leemos: “Miren tus ojos hacia adelante, y que tu mirada se fije en lo que está frente a ti… No te desvíes a la derecha ni a la izquierda”. En términos prácticos, esto significa que cada decisión debe evaluarse a la luz de lo que conocemos del Señor por medio de la Biblia. No nos guiamos por la razón humana, la opinión ajena ni nuestro propio criterio, sino que conformamos mente, corazón y voluntad al estándar bíblico.

El pan satisface el estómago, pero la vida permanece vacía sin una porción diaria de lectura y meditación en la Palabra de Dios. Aprenda a identificar las señales del hambre espiritual, como la insatisfacción o la indiferencia hacia las cosas divinas, y opte por el banquete que ofrece la Palabra de Dios.

BIBLIA EN UN AÑO: HECHOS 25-26