Entonces, ¿por qué a veces dudamos del amor de Dios? Tal vez porque lo miramos desde nuestra perspectiva humana y limitada: como nos cuesta amar sin condiciones, nos cuesta creer que Él pueda hacerlo. O quizá porque nos sentimos indignos de recibirlo. Pero gracias a Dios, su amor no depende de nuestro mérito, sino de su naturaleza perfecta y fiel. Necesitamos entender que el amor no es solo algo que Dios hace; es lo que Él es (1 Jn 4.8).
El amor divino es una demostración del compromiso de Dios con nuestro bien. Es como las olas del mar: aunque alguien diga “no creo en ellas”, seguirán llegando. Así también, nada de lo que hagamos o sintamos impedirá que el amor del Padre nos envuelva.
BIBLIA EN UN AÑO: EZEQUIEL 17-19