¿Alguna vez ha sentido que el Señor no podría amarle? La lectura de hoy nos dice claramente que ese no es el caso. Dios expresa su amor con palabras, y también nos ha dado pruebas abundantes.La creación misma es una expresión de la asombrosa manera en que nuestro Padre cuida de nosotros. Él diseñó la Tierra como un hábitat perfecto y con todo lo necesario para la vida. Pero la máxima expresión de su amor se manifiesta en su provisión para nuestras necesidades eternas. Envió a su Hijo para redimirnos del pecado, perdonarnos y reconciliarnos con Él.

Entonces, ¿por qué a veces dudamos del amor de Dios? Tal vez porque lo miramos desde nuestra perspectiva humana y limitada: como nos cuesta amar sin condiciones, nos cuesta creer que Él pueda hacerlo. O quizá porque nos sentimos indignos de recibirlo. Pero gracias a Dios, su amor no depende de nuestro mérito, sino de su naturaleza perfecta y fiel. Necesitamos entender que el amor no es solo algo que Dios hace; es lo que Él es (1 Jn 4.8).

El amor divino es una demostración del compromiso de Dios con nuestro bien. Es como las olas del mar: aunque alguien diga “no creo en ellas”, seguirán llegando. Así también, nada de lo que hagamos o sintamos impedirá que el amor del Padre nos envuelva.

BIBLIA EN UN AÑO: EZEQUIEL 17-19