Comenzaba el invierno de 1941. El servicio dominical acababa de concluir. Mientras su padre se quedaba en la pequeña iglesia, mi papá y sus hermanos caminaron hasta su casa. Cuando el padre subió la colina nevada hasta la granja, iba llorando: Pearl Harbor había sido bombardeado. Sus hijos, incluido mi padre, irían a la guerra. Mi papá siempre recordaba ese momento con vívido detalle.
Los investigadores llaman a esos eventos «destellos de memoria»: recuerdos vívidos grabados en nuestra mente. Piensa en el 9/11, o el día en que perdiste a alguien cercano, o también en tu experiencia más alegre.
Imagina los destellos de memoria de los discípulos de Jesús. Fueron testigos de un milagro tras otro. De repente, se desató una catástrofe. El Hijo de Dios fue arrestado y crucificado. Pero luego, ¡la resurrección! María Magdalena corrió a decirles que «había visto al Señor» (Juan 20:18). Pero ellos, atemorizados, se escondieron. No creyeron la noticia (Lucas 24:11), hasta que «vino Jesús […]. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor» (Juan 20:19-20).
Juan resumió esos momentos: «estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre» (v. 31). «Destellos de memoria» con significado eterno.



