En una entrada de su blog, Bronnie Ware relata los remordimientos que escuchó como enfermera de pacientes terminales. Entre ellos: «Ojalá no hubiera trabajado tanto» y «Ojalá hubiera seguido en contacto con mis amigos». Quizá lo más intrigante: «Ojalá me hubiera permitido ser más feliz».

«Afrontar nuestra propia muerte inevitable es una herramienta para vivir con alegría», escribe Ware. Pero ¿cuál es la fuente de esa alegría?

Cuando era joven, Juan el discípulo tenía una visión distorsionada del propósito de la vida. Él y su hermano le pidieron a Jesús: «Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda» (Marcos 10:37). Su petición provocó disensión entre los discípulos (v. 41).

Décadas más tarde, Juan tenía una visión muy distinta. Veía la vida, la muerte y la resurrección de Jesús como el fundamento de todo. «Os anunciamos la vida eterna», escribió (1 Juan 1:2). Juan nos habló de Jesús, diciendo: para que «también vosotros tengáis comunión con nosotros» (v. 3). Luego añadió: «nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido» (vv. 3-4).

La vida puede traer remordimientos. Jesús nos invita a cambiarlos por la alegría completa que solo Él puede dar.

De:  Tim Gustafson

Reflexiona y ora

¿Qué remordimientos tienes? ¿Qué te impide dejar que Jesús complete tu alegría?
Padre, necesito la alegría que viene de estar unido a ti.