Mientras estaba en la cárcel, Pablo escribió preciosas palabras sobre la suficiencia de Cristo. Tendemos a asociar el contentamiento con vacaciones en la playa y retiros en la montaña, pero desde un lugar desagradable, el apóstol afirmó que no debemos estar ansiosos, porque tenemos la paz del Señor.
El contentamiento es la herencia del creyente. La paz es parte del fruto espiritual que recibimos al confiar en el Señor Jesucristo; es una serenidad interior que sobrepasa todo entendimiento (Fil 4.7). Cristo vivió en medio del conflicto con calma interior, y gracias al Espíritu Santo que habita en nosotros, esa paz también es para los hijos de Dios.
Pero también hay un lado opuesto: “‘No hay paz para los malvados’, dice el Señor” (Is 48.22 NVI). Los malvados son aquellos que rechazan de manera voluntaria el derecho de Dios a perdonar sus pecados y tomar el control de sus vidas. Esto significa que si usted no es un creyente, no puede experimentar un contentamiento verdadero y duradero.
Al nacer de nuevo (Jn 3.3-8), nos convertimos en hijos de Dios y herederos de todo lo bueno que Él ofrece, incluyendo la paz y el gozo que soportan cualquier prueba. Esta promesa es una bendición para quienes pertenecen al Señor (He 13.6).
BIBLIA EN UN AÑO: AMÓS 1-4