Transformar a los creyentes en reflejos del Señor Jesucristo puede ser un proceso largo de cambios pequeños, lo que significa que la obra de Dios puede parecer lenta para nosotros. Por ejemplo, Abraham recibió la promesa de que sería padre de naciones (Gn 15.1-5). Pero tuvo que esperar décadas para que naciera su hijo Isaac. Aunque Dios estuvo obrando todo el tiempo, Abraham debe haberse preguntado si la promesa había sido olvidada.
A los creyentes les gusta compartir historias sobre la intervención dramática del Señor en sus vidas. Saber que Él provee, rescata o sana es emocionante y reconfortante. Pero Él también obra de formas que pueden parecer poco importantes. Por ejemplo, José era solo un sirviente en la casa de Potifar; sin embargo, ese fue su primer paso para llegar a ser el segundo al mando de Egipto (Gn 39.1-4; Gn 41.41). Es un buen recordatorio de que Dios tiene un propósito para todo lo que sucede en nuestra vida.
Si usted quiere ver a Dios en acción, no tiene que esperar a que Él haga algo grande. Manténgase atento, porque cada día es una oportunidad para verlo obrar. Sumérjase en su Palabra para entender cómo ha actuado el Señor en la vida de otros. Luego, observe su participación en la suya.
BIBLIA EN UN AÑO: LUCAS 23-24



